A través de Juan Ovalle, un ex bracero de 90 años que hace guardia frente a la explanada del Congreso de Zacatecas, se relata el multimillonario robo de los gobiernos priistas a los trabajadores mexicanos que formaron parte del Programa Bracero entre 1942 y 1967.
Juan Ovalle estará hoy de guardia. Sentado en la pequeña escalinata que conduce a la sala del Congreso, puesto un sombrero charro que lo protege del frío, manos aferradas a un bastón de madera y unos ojos azules que miran para adelante. Con sus nueve décadas en el cuerpo día a día se levanta a trabajar, a cosechar lo que va a comer, sin poder parar. Te cuenta y se le quiebra la voz. Te cuenta y se le caen las primeras lágrimas al recordar que el gobierno lo estafó, como lo hizo con otros 4 millones y medio de hombres que fueron a trabajar a Estados Unidos bajo el Programa Bracero entre 1942 y 1967. Algunos lo califican como el peor robo de la historia de México y Juan no sabe si fue el peor o no, dice que él sólo pide lo que le corresponde.
Es el diez de diciembre. Un grupo conformado por casi un centenar de personas llega pacífico a instalarse en la explanada del Congreso del estado de Zacatecas. Son hombres y mujeres de un promedio de 75 años. Lentamente algunos empiezan a levantar la carpa y pegar los primeros carteles: "Diputados huevones por eso están panzones", "ustedes pasándola gorda y nosotros con hambre CABRONES"; y un grito invocando al eterno Pancho: "Si Villa viviera que chinga les pusiera".
“Estaremos aquí hasta que nos tomen en cuenta" declara Mauricio Maldonado, delegado estatal de la organización Braceroproa, refiriéndose a la
promesa de mantener el plantón hasta que los diputados incluyan en el presupuesto 2010 el Fondo Solidario de 12 millones de pesos mexicanos que, desde el 2007, el estado de Zacatecas divide entre mil 200 ex braceros que reciben un bono por única vez de 10 mil pesos mexicanos (menos de mil dólares). Como el 2010 es año de elecciones, Braceroproa teme que los políticos gasten el dinero en campañas.
Los pagos que reclaman al Estado son independientes a la deuda que el gobierno de México tiene con cada bracero, una deuda que ya tiene 70 años. Los empleadores en Estados Unidos del Programa Bracero deducían el 10 por ciento de los sueldos y lo depositaban en el Banco West Fargo. Anualmente se enviaban remesas con todo el dinero al Banco de México, que quedaba a disposición del Gobierno de la República. La finalidad del Fondo de Ahorro era que los braceros tuvieran dinero al regresar al país, pero éstos nunca vieron un céntimo.
Según especialistas de la Universidad Nacional Autónoma de México, como las deducciones de los sueldos se hicieron en dólares, sumado a los intereses acumulados a largo de 67 años y las actualizaciones, la deuda federal asciende a 35.5 septillones de pesos. En 2005, el gobierno mexicano lanzó una ley que autoriza un pago de 38 mil pesos a cada uno, pero con tantas trabas a la hora de gestionar el cobro que muy pocos pudieron recibirlo. El gobierno llegó a más: en el 2007 se decretó que ese pago pasara de hacerse en una sola emisión a cuotas de cuatro mil pesos anuales: Un hombre murió en el DF al llegar a las ventanillas de cobro y recibir la cuota en vez del pago total. Juan terminaría de cobrar el dinero a los 100 años.
No se sabe con exactitud quiénes fueron los grandes ladrones de los braceros, pero se rumora que fueron todos los presidentes de la República que estuvieron dentro del periodo del 1942 al 1967, todos ellos priistas.
Burros rentados
Está cayendo la tarde y no hay mantas para aquellos quince hombres que pasarán la primera noche de plantón con una temperatura de 0 grados. Juan, como tantos, no puede darse el lujo de enfermarse porque no tiene seguro social, a pesar de haber sido el apoyo que los yanquis solicitaban a gritos al gobierno mexicano porque sus hombres estaban en guerra. Tanta era la demanda del gobierno norteamericano que pagaba al gobierno de México 30 dólares por cada bracero como parte del Convenio de Trabajadores Temporales, firmado el 21 de agosto de 1942.
"Nos traían como burros rentados", recuerda Porfirio Ruiz Arenas. Y no exagera. No sólo pagaban por cada una de sus cabezas, además viajaban como ganado en camiones abarrotados. Al llegar a los EE.UU. los hacían desnudarse por completo y los revisaban para que no estuvieran enfermos. Pedro Valenzuela Hernández, de 87 años, dice que les echaban un polvo desinfectante "porque decían que teníamos piojos".
La desnudez y los piojos no era lo único del ritual. Los primeros años del convenio les sacaban sangre para asegurarse de no contratar un hombre enfermo. No estaban enfermos, eran fuertes y sanos. Así fue como cada bracero se convirtió en donador involuntario de sangre para los heridos de guerra. "Nos sacaban sangre con una jeringota", recuerda Roberto Aranda Martínez. “Allí no había quien escapara, eran filas de 900 a 1000 braceros en un día para que les sacaran la sangre”. Y como la sangre no era suficiente no pasó mucho para que los convirtieran en carne de cañón.
Jota Reyes, soldado de reserva
"Permítame presentarme señora, señorita, lo que usted sea. Mi nombre es Jota Reyes Contreras y le quiero contar mi historia… Yo salí de Zacatecas el 14 de mayo de 1945 con rumbo a Nuevo México y de allí a California, donde estuve 6 años. Fui a trabajar a las plantaciones y en el traque pero nos dijeron que íbamos con el compromiso de entrarle a los cocolazos al enemigo. En Salinas, California, recibimos instrucciones del mismo gobierno americano, diciendo que nos iban a preparar para pelear contra Japón y Alemania. Cuando estuvimos a punto de ir, nos faltaban 4 días, estando listos con las maletas, una bayoneta y un arma cónsul chaparrita, fue el mismo gobierno a detenernos. Nos dijo que íbamos a quedar como soldados de reserva”.
Reyes Contreras señala que fue el envío del escuadrón 201, la agrupación de la fuerza aérea mexicana enviada a combatir en la Segunda Guerra Mundial, la que los puso a salvo de ir al frente. Pero muchos mexicanos no tuvieron la suerte de Jota.
“Entonces, nos pusieron a trabajar en el campo de la Army, a bajar y desinfectar la ropa y botas de los muertitos así como a bajar muertitos que llegaban envueltos en sábanas. Desde Salinas trasladaban los cuerpos y pertenencias a un centro de concentración federal. Nosotros quedamos a salvo pero con el compromiso de estar disponibles”.
Aplazos de diputados
La sala de sesiones de la LIX Legislatura suele ser tranquila. Los diputados tenían que iniciar sesión a las 11, eran cerca de las 12 y aún no empezaba. El único en la sala era el diputado Félix Vázquez Acuña, presidente de la Comisión Especial de ex Braceros. Se preveía que iban a tratar el pago a los braceros, pero me avisó que no iba a estar en la agenda del día. Era 21 de diciembre y el límite para resolver el presupuesto era el 30 del mismo mes.
Llega la navidad y se sigue aplazando la sesión del Congreso. Cinco braceros pasaron la noche buena dentro de la carpa. “Aquí no hay fiestas”, ya me había advertido Mauricio Maldonado. Como cada cuatro de la tarde preparan su olla popular y forman la fila para recibir su ración. Hoy hay taquitos con salsa roja y chile. La carpa se divide en "tres ambientes", en uno ponen los trastes de cocina, en otro los colchones y en el tercero no hay más que un balde suplente del baño.
La culpa es del terremoto
Conocí al abogado Efraím Arteaga Domínguez, asesor de Braceroproa. Me cuenta que están trabajando para presentar una demanda civil en el transcurso de los primeros meses del 2010. Van a pedir una serie de modificaciones a la ley del 2005 para hacerla más incluyente, ya que la mayoría no ha podido concretar su cobro. El padrón del Gobierno Federal Mexicano registra poco más de 200 mil ex braceros, pero por lo restrictivo de los requisitos se calcula que quedaron fuera otros 200 mil.
“Queremos que la gente que ha quedado excluida del programa pueda ser incluida. Hay dos grandes grupos: Los compañeros que no tienen papeles y un grupo muy extenso que sí los tiene, pero que no son reconocidos por esa ley”.
El gobierno federal reconoce como documento válido las micas, los contratos de trabajo, recibos de pago de salario y tarjetas del seguro social. Pero existe una multiplicidad de otras clases de documentos que la ley 2005 no reconoce como probatorios, como son las menciones honoríficas que expedía el departamento de trabajo de los Estados Unidos, un documento parecido a la mica llamado ID o acreditaciones como las emitidas por la Asociación de Algodoneros de Texas o la Asociación de Productores de Cítricos de California.
Incluso existe un documento de 1944 publicado en conjunto por el Gobierno de los Estados Unidos y el Gobierno de México llamado “Instructivo para cobrar el 10 por ciento”. En este se detalla que los braceros deberían recibir la totalidad de sus Fondos de Ahorro al regresar a tierras mexicanas. En el último de los puntos advierte que en caso de pérdida de sus contratos pueden solicitar una constancia ante la Secretaría de Gobernación en Ciudad de México y con ello reclamar el pago. A los braceros que llegaron a las oficinas en busca del documento les dijeron que no, que ya no contaban con los archivos del Programa Bracero porque fueron destruidos durante el terremoto de 1985.
“Los terremotos tiran paredes y techos, no destruyen papeles”, se quejó Arteaga.
Marcha por la ciudad
A solo un día del límite para definir el presupuesto, cien braceros marcharon por la ciudad hasta llegar nuevamente al Congreso, donde iniciaron un baile al compás de la música a capela. No faltaron los himnos a Pancho Villa ni las canciones populares.
Es momento de baile pero María Hernández Delgado recuerda su historia: Su papá estaba en 1955 trabajando en las plantaciones de algodón en Texas. Cuando iba a cargar la bolsa que llevaba en la espalda al camión donde ponían lo recolectado, cayó desmayado, azotado por el sol. Los compañeros pidieron ayuda y lo trasladaron al hospital, pero Santiago Hernández murió de insolación dos días después. Lázaro Gallego Ponce estaba presente cuando su paisano cayó de bruces al suelo. “No parábamos para descansar, nomás para lonchar”, recuerda. “Trabajábamos todo el día para mandar un dinero a nuestras familias”. Y María asiente con la cabeza.
La última sesión del año
Es 30 de diciembre, finalmente los diputados aprueban el presupuesto del 2010 incluyendo la cantidad de 12 millones de pesos para mil 200 ex braceros. La carpa que fue hogar por tantos días se levantará en unas horas. No es que se librarán del frío, porque muchos se ven obligados a pedir limosnas en las calles, pero al menos es una batalla ganada que beneficiará a algunos en el 2010.
“Vamos a armar una marcha frente al zócalo", me comenta Arteaga sobre el próximo paso, “con todas las organizaciones del país en apoyo a los braceros”. Seguirán en la lucha por sus reclamos hasta el final, pero algunos ese final lo tienen pisando los talones.
“El gobierno federal está esperando que todos nosotros estemos muertos", me dice Juan Ovalle, con el peso que tienen la palabras llenas de verdad.
Es el diez de diciembre. Un grupo conformado por casi un centenar de personas llega pacífico a instalarse en la explanada del Congreso del estado de Zacatecas. Son hombres y mujeres de un promedio de 75 años. Lentamente algunos empiezan a levantar la carpa y pegar los primeros carteles: "Diputados huevones por eso están panzones", "ustedes pasándola gorda y nosotros con hambre CABRONES"; y un grito invocando al eterno Pancho: "Si Villa viviera que chinga les pusiera".
“Estaremos aquí hasta que nos tomen en cuenta" declara Mauricio Maldonado, delegado estatal de la organización Braceroproa, refiriéndose a la
promesa de mantener el plantón hasta que los diputados incluyan en el presupuesto 2010 el Fondo Solidario de 12 millones de pesos mexicanos que, desde el 2007, el estado de Zacatecas divide entre mil 200 ex braceros que reciben un bono por única vez de 10 mil pesos mexicanos (menos de mil dólares). Como el 2010 es año de elecciones, Braceroproa teme que los políticos gasten el dinero en campañas.
Los pagos que reclaman al Estado son independientes a la deuda que el gobierno de México tiene con cada bracero, una deuda que ya tiene 70 años. Los empleadores en Estados Unidos del Programa Bracero deducían el 10 por ciento de los sueldos y lo depositaban en el Banco West Fargo. Anualmente se enviaban remesas con todo el dinero al Banco de México, que quedaba a disposición del Gobierno de la República. La finalidad del Fondo de Ahorro era que los braceros tuvieran dinero al regresar al país, pero éstos nunca vieron un céntimo.
Según especialistas de la Universidad Nacional Autónoma de México, como las deducciones de los sueldos se hicieron en dólares, sumado a los intereses acumulados a largo de 67 años y las actualizaciones, la deuda federal asciende a 35.5 septillones de pesos. En 2005, el gobierno mexicano lanzó una ley que autoriza un pago de 38 mil pesos a cada uno, pero con tantas trabas a la hora de gestionar el cobro que muy pocos pudieron recibirlo. El gobierno llegó a más: en el 2007 se decretó que ese pago pasara de hacerse en una sola emisión a cuotas de cuatro mil pesos anuales: Un hombre murió en el DF al llegar a las ventanillas de cobro y recibir la cuota en vez del pago total. Juan terminaría de cobrar el dinero a los 100 años.
No se sabe con exactitud quiénes fueron los grandes ladrones de los braceros, pero se rumora que fueron todos los presidentes de la República que estuvieron dentro del periodo del 1942 al 1967, todos ellos priistas.
Burros rentados
Está cayendo la tarde y no hay mantas para aquellos quince hombres que pasarán la primera noche de plantón con una temperatura de 0 grados. Juan, como tantos, no puede darse el lujo de enfermarse porque no tiene seguro social, a pesar de haber sido el apoyo que los yanquis solicitaban a gritos al gobierno mexicano porque sus hombres estaban en guerra. Tanta era la demanda del gobierno norteamericano que pagaba al gobierno de México 30 dólares por cada bracero como parte del Convenio de Trabajadores Temporales, firmado el 21 de agosto de 1942.
"Nos traían como burros rentados", recuerda Porfirio Ruiz Arenas. Y no exagera. No sólo pagaban por cada una de sus cabezas, además viajaban como ganado en camiones abarrotados. Al llegar a los EE.UU. los hacían desnudarse por completo y los revisaban para que no estuvieran enfermos. Pedro Valenzuela Hernández, de 87 años, dice que les echaban un polvo desinfectante "porque decían que teníamos piojos".
La desnudez y los piojos no era lo único del ritual. Los primeros años del convenio les sacaban sangre para asegurarse de no contratar un hombre enfermo. No estaban enfermos, eran fuertes y sanos. Así fue como cada bracero se convirtió en donador involuntario de sangre para los heridos de guerra. "Nos sacaban sangre con una jeringota", recuerda Roberto Aranda Martínez. “Allí no había quien escapara, eran filas de 900 a 1000 braceros en un día para que les sacaran la sangre”. Y como la sangre no era suficiente no pasó mucho para que los convirtieran en carne de cañón.
Jota Reyes, soldado de reserva
"Permítame presentarme señora, señorita, lo que usted sea. Mi nombre es Jota Reyes Contreras y le quiero contar mi historia… Yo salí de Zacatecas el 14 de mayo de 1945 con rumbo a Nuevo México y de allí a California, donde estuve 6 años. Fui a trabajar a las plantaciones y en el traque pero nos dijeron que íbamos con el compromiso de entrarle a los cocolazos al enemigo. En Salinas, California, recibimos instrucciones del mismo gobierno americano, diciendo que nos iban a preparar para pelear contra Japón y Alemania. Cuando estuvimos a punto de ir, nos faltaban 4 días, estando listos con las maletas, una bayoneta y un arma cónsul chaparrita, fue el mismo gobierno a detenernos. Nos dijo que íbamos a quedar como soldados de reserva”.
Reyes Contreras señala que fue el envío del escuadrón 201, la agrupación de la fuerza aérea mexicana enviada a combatir en la Segunda Guerra Mundial, la que los puso a salvo de ir al frente. Pero muchos mexicanos no tuvieron la suerte de Jota.
“Entonces, nos pusieron a trabajar en el campo de la Army, a bajar y desinfectar la ropa y botas de los muertitos así como a bajar muertitos que llegaban envueltos en sábanas. Desde Salinas trasladaban los cuerpos y pertenencias a un centro de concentración federal. Nosotros quedamos a salvo pero con el compromiso de estar disponibles”.
Aplazos de diputados
La sala de sesiones de la LIX Legislatura suele ser tranquila. Los diputados tenían que iniciar sesión a las 11, eran cerca de las 12 y aún no empezaba. El único en la sala era el diputado Félix Vázquez Acuña, presidente de la Comisión Especial de ex Braceros. Se preveía que iban a tratar el pago a los braceros, pero me avisó que no iba a estar en la agenda del día. Era 21 de diciembre y el límite para resolver el presupuesto era el 30 del mismo mes.
Llega la navidad y se sigue aplazando la sesión del Congreso. Cinco braceros pasaron la noche buena dentro de la carpa. “Aquí no hay fiestas”, ya me había advertido Mauricio Maldonado. Como cada cuatro de la tarde preparan su olla popular y forman la fila para recibir su ración. Hoy hay taquitos con salsa roja y chile. La carpa se divide en "tres ambientes", en uno ponen los trastes de cocina, en otro los colchones y en el tercero no hay más que un balde suplente del baño.
La culpa es del terremoto
Conocí al abogado Efraím Arteaga Domínguez, asesor de Braceroproa. Me cuenta que están trabajando para presentar una demanda civil en el transcurso de los primeros meses del 2010. Van a pedir una serie de modificaciones a la ley del 2005 para hacerla más incluyente, ya que la mayoría no ha podido concretar su cobro. El padrón del Gobierno Federal Mexicano registra poco más de 200 mil ex braceros, pero por lo restrictivo de los requisitos se calcula que quedaron fuera otros 200 mil.
“Queremos que la gente que ha quedado excluida del programa pueda ser incluida. Hay dos grandes grupos: Los compañeros que no tienen papeles y un grupo muy extenso que sí los tiene, pero que no son reconocidos por esa ley”.
El gobierno federal reconoce como documento válido las micas, los contratos de trabajo, recibos de pago de salario y tarjetas del seguro social. Pero existe una multiplicidad de otras clases de documentos que la ley 2005 no reconoce como probatorios, como son las menciones honoríficas que expedía el departamento de trabajo de los Estados Unidos, un documento parecido a la mica llamado ID o acreditaciones como las emitidas por la Asociación de Algodoneros de Texas o la Asociación de Productores de Cítricos de California.
Incluso existe un documento de 1944 publicado en conjunto por el Gobierno de los Estados Unidos y el Gobierno de México llamado “Instructivo para cobrar el 10 por ciento”. En este se detalla que los braceros deberían recibir la totalidad de sus Fondos de Ahorro al regresar a tierras mexicanas. En el último de los puntos advierte que en caso de pérdida de sus contratos pueden solicitar una constancia ante la Secretaría de Gobernación en Ciudad de México y con ello reclamar el pago. A los braceros que llegaron a las oficinas en busca del documento les dijeron que no, que ya no contaban con los archivos del Programa Bracero porque fueron destruidos durante el terremoto de 1985.
“Los terremotos tiran paredes y techos, no destruyen papeles”, se quejó Arteaga.
Marcha por la ciudad
A solo un día del límite para definir el presupuesto, cien braceros marcharon por la ciudad hasta llegar nuevamente al Congreso, donde iniciaron un baile al compás de la música a capela. No faltaron los himnos a Pancho Villa ni las canciones populares.
Es momento de baile pero María Hernández Delgado recuerda su historia: Su papá estaba en 1955 trabajando en las plantaciones de algodón en Texas. Cuando iba a cargar la bolsa que llevaba en la espalda al camión donde ponían lo recolectado, cayó desmayado, azotado por el sol. Los compañeros pidieron ayuda y lo trasladaron al hospital, pero Santiago Hernández murió de insolación dos días después. Lázaro Gallego Ponce estaba presente cuando su paisano cayó de bruces al suelo. “No parábamos para descansar, nomás para lonchar”, recuerda. “Trabajábamos todo el día para mandar un dinero a nuestras familias”. Y María asiente con la cabeza.
La última sesión del año
Es 30 de diciembre, finalmente los diputados aprueban el presupuesto del 2010 incluyendo la cantidad de 12 millones de pesos para mil 200 ex braceros. La carpa que fue hogar por tantos días se levantará en unas horas. No es que se librarán del frío, porque muchos se ven obligados a pedir limosnas en las calles, pero al menos es una batalla ganada que beneficiará a algunos en el 2010.
“Vamos a armar una marcha frente al zócalo", me comenta Arteaga sobre el próximo paso, “con todas las organizaciones del país en apoyo a los braceros”. Seguirán en la lucha por sus reclamos hasta el final, pero algunos ese final lo tienen pisando los talones.
“El gobierno federal está esperando que todos nosotros estemos muertos", me dice Juan Ovalle, con el peso que tienen la palabras llenas de verdad.